miércoles, 29 de diciembre de 2010

ANTITAURINOS


Desde hace aproximadamente cinco centurias,  año tras año se recuerda la Fundación de Quito. La época cuyo eje corresponde al 6 de Diciembre se tiñe de variados festejos que han logrado imponer la celebración de la dominación española, perennizar los dudosamente ilustres conquistadores y configurar aquella “Ciudad española en Ande”; en detrimento de una historia aborigen milenaria que fue destruida materialmente y poco a poco olvidada en el imaginario de sus herederos.

En ese contexto se destaca la “Feria Taurina Jesús del Gran Poder” como uno de aquellos espectáculos que enarbola la tradición española. En ésta se concentra una serie de imaginarios lejanos a lo que en el fondo constituye su originaria ciudad y verdadera sociedad. Paso a paso desfilan las élites quiteñas de rancia fortuna y apellido. Tras, las muchachas y muchachos que al parecer encuentran en la Plaza de Toros la pasarela para lucir sus atavíos; a pesar de que, muy posiblemente, ni siguieran alcanzan a discernir los ritos y preceptos de lo que nombran arte. Y, para completar el ornato del festejo, se incorporan modelos, reinas y principalmente los mejores toros bravos de lidia o de raza para no desentonar con los toreros de reserva internacional. En  realidad, el conjunto evoca alcohol, provocación y violencia -nombradas agrestemente -  pero muy bien legitimadas o disimuladas bajo la capacidad de consumo, la belleza, la tradición y el arte. Mientras, específicamente, la corrida en sí constituye una barbarie, más por parte de los seres humanos racionales, hacia los animales que se destinan a ser objeto de una grosera diversión entrono a su tortura. 


Precisamente, la concienciación de esta polémica forma de festejo ha fortalecido el movimiento antitaurino en la capital. Diversas organizaciones promueven la eliminación de la tauromaquia a través de actos publicitarios antitaurinos, que han logrado desenterrar la polémica, movilizar a la población a favor de la causa, atraer masivos apoyos, e incluso regular la entrada de menores a la Plaza de Toros y considerar seriamente un referéndum para eliminar o no las corridas de toros. No obstante, el respaldo institucional y comercial, pero sobretodo el enquistamiento de lógicas españolizadas y elitistas constituyen los verdaderos obstáculos para abolirlas.


Desde una visión más general, no se trata de deslegitimar un país al que actualmente nos ata otra realidad. O, a su vez, destruir sus referentes culturales  impuestos y hoy vividos intrínsecamente entorno al mestizaje. Se trata sí de comprender la verdad histórica y en consecuencia reivindicar aquel sentido olvidado pero profundo que supone sobretodo a aquella “ciudad que el incario soñó”. Y con ello superar las pretensiones ilusas de un Quito eminentemente español, hacer frente a prácticas tortuosas como las corridas de toros, e insistir en la concienciación histórica de un Quito milenario. 



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